Italia mantiene su estilo visual inconfundible, su atractivo turístico y su mística histórica pero ha perdido el rumbo a nivel económico y sus habitantes reaccionan de distintas maneras, algunos tratando de mantener las apariencias, otros mirando sus ojos al extranjero y otros adaptándose a las condiciones actuales que ofrece el mercado laboral.
Como explica el Financial Times en una pieza analítica sobre la realidad italiana, la sociedad se divide en tres grandes grupos. Los de avanzada edad tienen buenas pensiones y no sufren mayores consecuencias. Los adultos de mediana edad no pueden ser despedidos por las regulaciones que dejarían muchas deudas a las empresas. Los jóvenes sufren, luchan y se conforman con trabajos temporales para salir adelante. Y allí reside el problema.
La crisis de Italia se ha sostenido en el tiempo y para algunos analistas internacionales ha dejado de ser crisis para convertirse en una realidad constante, lo que resulta mucho más desolador. Es tan peligroso el modelo actual que el riesgo de tener una generación perdida es muy alto, con los jóvenes adultos sufriendo para sustentar sus necesidades día a día. La educación y la preparación no importan demasiado, porque no hay puestos disponibles en las empresas y los que quieren trabajar deben aceptar empleos menos remunerados, sub-calificados y no permanentes.
La falta empuje económico se ha traducido en una situación social, como indica la escritora joven Marianna Albini: “No puedes tener planes de tener un bebé o comprar una cosa. Si obtienes un contrato por seis meses, te preguntas si deberías gastar algo del dinero yendo al gimnasio. ¿Qué es eso de buscar un carrera?“.
Pocas opciones para los jóvenes italianos
La “dolce vita” en Italia parece algo lejano para la nueva generación y las soluciones no saltan a la vista. Algunos optimistas ven en este panorama una oportunidad única: compensan su falta de poderío económico con proyectos personales más artísticos, como escritura o pintura, o bien llenan el tiempo en ambientes comunales compartiendo com familiares y amigos.
Otros menos adaptables ven hacia el mundo exterior con la esperanza de mejorar su realidad. Abandonar su amada Italia nunca fue opción en su niñez y era algo impensado para sus padres o abuelos, pero ahora resulta una de las opciones más inteligentes o desesperadas. Y ya no se trata solamente de la clase baja o media, sino también las personas que tienen cierto poder económico aún en medio de la crisis los que piensan en otro país como camino para ellos y sus hijos.
En tiempos difíciles, medidas difíciles
Muchos italianos rozan los 40 años de edad y se mantienen viviendo con sus padres y la familia se ha estrechado más que nunca, especialmente si hay algún abuelo que tenga una pensión para ayudar en la vida cotidiana. Las parejas jóvenes ya no piensan en tener hijos y eso traerá otras complicaciones en la sociedad italiana de las próximas décadas.
Todo se resume en un paraje desalentador. Los jóvenes ya no creen en nada. Ni en el Gobierno, ni en las oportunidades, ni en la economía, ni en la superación personal. El “disincanto” (desencanto) generalizado ha colapsado a una Italia que fue ejemplo de prosperidad y contenido social en algún tiempo, pero que ahora se debate en un mar de complicaciones. Para peores, la política italiana está sumergida en una corrupción sistematizada que no deja ver la luz al final del túnel.