Con más de 5 millones de automóviles circulando por la ciudad y una histórica obsesión por los vehículos, Sao Paulo vive atascada en el tráfico con sus ciudadanos pasando un promedio de 3 horas al día en sus viajes al trabajo y de vuelta a su casa, lo que ha llevado a las autoridades gubernamentales ha replantearse el futuro.
Allí aparecen las bicicletas como un desahogo natural y saludable para la congestión que vive una ciudad que tiene un automóvil por cada tres habitantes y que es famosa en Brasil y toda Sudamérica por sus complicaciones viales, con agendas que deben programarse proyectando mucho tiempo de traslado de un punto a otro.
Como reporta The Economist, el objetivo del alcalde Fernando Haddad es que los ciudadanos dejan sus automóviles y se pasen a las bicicletas. Desde su llegada al gobierno local en 2013, ha llevado a cabo múltiples obras para convencer a su gente que descongestionar las calles de la ciudad es algo positivo para todos.
Se crearon carriles exclusivos para bicicletas por un total de 117 kilómetros a lo largo y ancho de Sao Paulo, que llevan el total actual a 179 kilómetros en toda la ciudad, con la promesa de tener 400 kilómetros completados en 2015. Llegar a esa meta pondría a la metrópolis brasileña a la pa de Copenhague, la capital de Dinamarca conocida por su transporte enfocado en bicicletas.
Las dificultades de las “bicis” en Sao Paulo
Pero cambiar la cultura de toda una ciudad y de millones de habitantes no es tarea sencilla en Brasil ni en ninguna otra parte del mundo. Uno de los principales obstáculos para el plan de Haddad son las características topográficas de la ciudad, con colinas, curvas y desniveles.
Por si fuera poco, el peligro latente que viven los ciclistas en las calles paulistas es mayor al de otras grandes ciudades que han querido implementar la modalidad, como Londres o Buenos Aires. El año pasado, 37 personas fallecieron viajando en bicicleta por las calles de Sao Paulo, en gran parte porque los conductores de vehículos no tienen la paciencia ni el conocimiento para “compartir” las calles y avenidas.
No es una tarea sencilla, pero el ejemplo es Copenhague. Hace 30 años se enfocaron en una ciudad amigable con las bicicletas y hoy el 37% de las personas que viajan al trabajo o al estudio todos los días, son ávidos ciclistas. La capital danesa lo logró, ¿podrá Sao Paulo?