Así como con el célebre ya cabado “consenso de Washington”, en Silicon Valley las grandes compañías dejan de lado sus divisiones y enfrentamientos en un solo tema: la necesidad de abrir el mercado a nivel mundial, tener más libertad para expandir sus propuestas y universalizar el uso de la tecnología.
Se sabe que Apple no se lleva bien con Facebook, que Google tiene sus más y sus menos con las dos anteriores y viceversa, que Amazon quiere competir en más mercados que las ventas por Internet, pero lo que se habla poco es de la unión ideológica que comparten las gigantes de Silicon Valley en temas de regulaciones.
Más allá de las diferencias marcadas y las confrontaciones directas entre las empresas tecnológicas, hay un terreno común en el que quieren apoyarse entre sí, con tal de labrar el camino para una libertad legislativa activa en todo el mundo, especialmente en los países con políticas más cerradas o excluyentes.
La empresa de servicio de transporte Uber es un ejemplo del rápido crecimiento de una compañía que vive en un limbo regulatorio y que, pese a encontrar piedras en el camino con denuncias que significan obstáculos operativos, se las ha ingeniado para amasar una gran cantidad de dinero en capital de riesgo para valorizar su nombre en más de 4 000 millones de dólares en la actualidad.
Sin necesidad de invertir en automóviles propios, Uber enlaza usuarios con vehículos (y sus choferes) por encima o por debajo de las leyes de la mayoría de los países, por lo que en Europa y Estados Unidos ha incomodado a los diferentes sectores involucrados.
La postura de Silicon Valley: el bien para todos
El discurso de Apple, Facebook, Google, Amazon, Oracle y demás inquilinos californianos en materia regulataria a nivel mundial es la intención de que la humanidad mejore sustancialmente su condición social e intelectual, a través del uso de la tecnología.
Ese enfoque de “beneficiencia” o ayuda tiene su contrapunto en las impresionantes ganancias que las compañías presentan año con año, haciendo del bien común un gran negocio que preocupa a gobiernos y empresarios de otras industrias a nivel mundial, sobre todo por el poder que adquieren las representantes del Silicon Valley.