La crisis económica está afectando muchos sectores de Italia y ahora son los dueños de los impresionantes castillos de diferentes regiones del país los que se han visto obligados a poner en venta sus propiedades, con la particularidad de que la mayoría de interesados y nuevos compradores son rusos.
La presión de las medidas fiscales y el precio alto para el mantenimiento de los castillos ha hecho que los dueños tengan que ponerlos a disposición del mejor postor. Y, pese a que su país pasa por su propia crisis y no tiene un panorama demasiado favorable en la comunidad internacional, en este caso los mejores postores del momento son rusos que quieren adquirir propiedades históricas en territorio italiano.
Actualmente, un total de 70 castillos se encuentran disponibles a lo largo y ancho del país, en distintos listados de empresas encargadas de las transacciones. Sus dueños son herederos de familias de la aristocracia regional pero ante la crisis actual y las facturas que se van acumulando, han determinado su venta.
Los propietarios de los castillos prefieren vender sus majestuosas piezas de arquitectura a compradores extranjeros para obtener dinero fresco a un mejor precio y los reportes de las empresas de bienes raíces señalan que el 80% del interés procedente del extranjero proviene de ciudadanos rusos.
Después de los rusos, las nacionalidades que más interés han mostrado en adquirir un castillo italiano son las de China, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, también por personas que tienen un amplio poder adquisitivo y quieren cumplir el sueño de tener una propiedad al más puro estilo italiano.
La mayoría de castillos, en rebaja
“Sabemos que hay dificultades en Rusia en este momento, pero eso no tiene relación directa con la cantidad de compradores rusos que se han interesado en las propiedades italianas”, señalan las empresas de bienes raíces que han tomado la batuta para completar los acuerdos de compra-venta de los castillos.
De momento, los precios de cada castillo varían entre 1.800 y 10.000 dólares por metro cuadrado, lo que para los compradores rusos parece un precio de oferta en comparación lo que deberían pagar por una propiedad más pequeña en Londres o Nueva York.