Histórico fue el acuerdo anunciado el 17 de diciembre pasado entre Washington y La Habana. Después de 53 años de hostilidades, los líderes de ambos países hicieron pública su intención de normalizar las relaciones diplomáticas.
Aún no han sido esclarecidos los términos de ese anuncio ni los reales alcances. Ni siquiera el fin del embargo económico a la isla ha sido incluido directamente. Sin embargo, ya existe una clara noción de cuál será la piedra de tome de este anuncio: el oro negro del Golfo de México.
De hecho, la Casa Blanca, el mismo día del anuncio, indicó que la necesidad de aclarar las fronteras marítimas con Cuba y México era parte del plan del Presidente Barak Obama. Lo mismo hacía por su parte el embajador de USA en México, Anthony Wayne, indicando que su país invitaría a una mesa triparta para conversar el tema.
Estados Unidos y Cuba han delimitado el espacio marítimo entre las dos naciones a menos de 200 millas náuticas de la costa, y México tiene sus propios acuerdos bilaterales con ambos países. Pero no existe delimitación de la frontera entre los 3 Estados.
Los intereses económicos involucrados son tales, que según algunos observadores los yacimientos de petróleo existentes en las aguas profundas del Golfo, podrían ser los segundos más grandes del mundo. Se estima que en uno sólo de los yacimientos habría potencial para producir entre 7 y 10 mil barriles diarios. A ello se suma también el gas natural como otro “tesoro” de esas aguas, que está además muy cercano a la Isla de los Castro.
Actualmente el potencial energético de la zona no ha sido debidamente explorado por la falta de acuerdo entre los tres países. Miriam Grustein, del Centro de México de Rice University, sostiene en El Financiero que “Estados Unidos está interesado porque se expanden sus posibilidades de hacer labores de exploración petrolera en prácticamente todo el Golfo de México, tras la apertura de México con la reforma energética” y agregó: “Lo que está en juego es la potencialidad de los recursos naturales que existen en la zona, pero de la que todavía se carecen de certezas”.
Sin embargo, lo que actualmente se sabe ha sido suficiente para comenzar a actuar. El diario El Nacional, de Venezuela, editorializó respecto al acuerdo USA – Cuba que: “está en marcha un proyecto de explotación de petróleo en el Golfo de México, que involucra capitales procedentes de diversas latitudes y obliga a la eliminación de los desencuentros políticos que pudieran estorbarlo. Con Cuba en tratos cordiales con un rival antiguo y poderoso, se disipan los nubarrones en un horizonte que requiere tranquilidad. Con Cuba unida a un vecindario que se puede beneficiar de un gigantesco designio para la producción de riqueza, probablemente las cosas marchen sobre aceitado carril”
Pero ni siquiera este acercamiento diplomático “aceitará” lo suficiente el carril. De hecho, el subsecretario mexicano para América del Norte, Sergio Alcocer, dijo a Reuters que el proceso de evaluación y distribución de las riquezas del Golfo puede extenderse incluso más allá del 2018. “Estados Unidos, Cuba y México somos los dueños del Golfo de México, y lo importante es ponernos de acuerdo y establecer las reglas bajo las cuales podemos explotar este tipo de recursos de una manera sustentable”, aseguró.
La analista mejicana, Yuriria Sierra, comenta, en El Excélsior, respecto a los intereses del crudo en la zona, que ese “mercado es que el que ha movido a nuestros vecinos del norte y a las naciones de oriente a fumar la que, hasta hace no mucho, parecía la infumable pipa de la paz. Al final, en política, todo se reduce a buenas intenciones. Los países no tienen amigos, tienen intereses. Pero resulta que México, amigo de EU y amigo de Cuba, no podrá, no deberá, por ningún motivo, permanecer al margen de la repartición del gas y el oro negro bajo las aguas del Golfo que lleva nuestro nombre”.