Para las mujeres, las cosas cambian cuando son madres. Uno de los cambios más íntimos es el emocional – este cambio, en gran parte, es neurológico, escribe Adrienne Lafrance en The Atlantic.
Antes del parto, el embarazo cambia la estructura de su cerebro. La materia gris se vuelve más concentrada y la actividad sube en las regiones del cerebro que controlan la empatía, la ansiedad y la interacción social. Estos cambios hacen que la madre se sienta más atraída hacia su bebé cuando es hora.
El cerebro de una madre puede ser la clave para entender porqué a algunas les va mal en los primeros meses de existencia de sus hijos. Muchas madres sienten ansiedad y depresión. Una en seis mujeres sufre de depresión postparto y algunas desarrollan comportamientos obsesivos, como lavarse demasiado las manos o verificar, de forma compulsiva, que el bebé está respirando.
Esto se debe a que las madres piensan en las cosas que no pueden controlar. ¿Está enfermo el bebé? ¿Está lleno?
En particular, los científicos están interesados en las neuronas de la amígdala. La amígdala procesa las memorias y crea las reacciones emocionales como el miedo, la ansiedad y la agresión. En un cerebro normal, la actividad de la amígdala crece después de haber dado a luz. Este crecimiento está correlacionado con el comportamiento de una nueva nueva madre: una amígdala intensificada hace que la madre sea hipersensible a las necesidades de su bebé. Sus hormonas, mientras tanto, crean una trayectoria circular que motiva sus comportamientos de cuidado maternal.
Solo cuando mira a su bebé, por ejemplo, el centro de recompensa del cerebro es estimulado. Esto afecta como le habla la madre a su bebé, lo atenta que es y hasta cuánto afecto siente por su bebé.
No es sorprendente, por lo tanto, que las mujeres con daño en la amígdala sean más propensas a la depresión.
La amígdala en los bebés también puede afectar el vínculo entre madre e hijo. La habilidad de un recién nacido para reconocer entre su madre y otras personas está relacionada con la amígdala.
Mucho de lo que ocurre en la amígdala está vinculado con la oxitocina. La oxitocina, una hormona relacionada con la empatía, es aumentada dramáticamente durante el embarazo y el período después del parto.
La oxitocina también aumenta cuando una mujer mira a su bebé o lo oye. Puede ser que las madres lactantes que tienen altos niveles de oxitocina sean más sensibles al llanto de su bebé cuando tiene hambre.
El cambio más grande ocurre cuando la madre tiene su primer hijo, aunque no se sabe si el cerebro vuelve a ser igual a como era antes.
Lo que sí es cierto es que volverse madre es muy parecido a enamorarse, por lo menos cuando se trata de la reacción en el cerebro.