Parece una película de terror.
Comer ratas, serpientes y plantas silvestres, ver gente morir de hambre, desmalezar y rascar montañas a manos desnudas, dormir apenas 5 horas al día, comer papas crudas y sucias, buscar comida entre la basura de los animales, “estaciones de trenes llenas de cadáveres”. Así lo recuerda Ji-hyun Park, una sobreviviente de los campos de concentración en Norcorea.
Amnesty International dio a conocer su historia esta semana en un video llamado “La Otra Entrevista”, en respuesta a la polémica película “The Interview” (La Entrevista) de Sony. Reproducido por Clarín de Argentina, el documental muestra la vida de esta norcoreana que intentó huir a China, ahí fue vendida, tuvo un hijo y luego de 6 años fue deportada como “desertora económica” y encerrada en el campo de trabajo Chionjin.
Apenas hace algunas semanas Occidente conmemoró los 70 años de la liberación del peor campo de concentración de la Alemania Nazi: Auschwitz. Las historias fueron revividas una y otra vez siempre con la secreta convicción de que todo ello no pasaría nunca más, sin embargo, lo que relata Ji-hyun Park muestra otra realidad.
“Durante un año su castigo incluyó limpiar las inmundicias de los baños con sus manos desnudas, mientras la gente a su alrededor sobrevivía comiendo ratas para no morir de hambre”, cuenta del documental.
“Es indescriptiblemente malo. Se puede decir que todo Corea del Norte es una gran prisión”, describe Ji-hyun Park.
Además hace hincapié en la hambruna que está pasando su pueblo. Asegura que ya ni siquiera quedan ratas, serpientes o plantas silvestres para que coman.
Muertas de hambre, las mujeres comían papas crudas directamente sacadas del suelo. En su desesperación ni siquiera se molestaban en quitarles la tierra. Algunos prisioneros comían semillas encontradas entre el estiércol de animales o de los restos de comida para perros y vacas.
“Un montón de gente murió –AI habla de 4 millones- entre 1996 y 1998. Las estaciones de trenes estaban llenas de cadáveres”, relata Ji-hyun Park.
Ella recuerda que sus días de trabajo comenzaban a las 4:30 de la mañana, sin comer, y se extendían hasta las 8 o 9 de la noche dependiendo de la luz del día. Luego, comían y debían meditar y recitar los principios y cantar los Himnos del Partido Obrero, hasta cerca de la media noche.
Hace un año, cuando el gobierno Norcoreano reconoció la existencia de campos de concentración en su territorio, explicó que eran precisamente para que “las personas revisaran su ideología y reflexionan sobre sus actos inmorales”, indicó en representante ante las Naciones Unidas, siguiendo el relato del diario español El Mundo.
Pero Ji contrajo tétanos por una herida en la pierna. Y ya no era útil en el campo. Se la dejó ir y ella convenció a los traficantes a que la ayudaran a volver a China a reencontrarse con su hijo. Desde ahí se fue a Mongolia, donde finalmente fue libre.
En Norcorea, en tanto, según El Mundo, se estima que existen 16 campos de concentración o “gulag” que albergan a entre 120 mil y 200 mil personas.
Ellos fueron creados por el fundador de la República Democrática de Corea, Kim Il-sung; luego expandidos por su hijo, Kim Jong.il, actualmente mantenidos por su nieto y líder, Kim Jong-un.