Cuando estalló la crisis financiera a finales de 2007, los bancos islandeses se colapsaron. En 2010, el país nórdico había sufrido una pérdida del 8% de su Producto Interior Bruto y la tasa de paro había escalado hasta un inaudito 11,9%.
Sin embargo, a partir de 2011, las cosas empezaron a cambiar, y en tan sólo cuatro años, Islandia ha logrado recuperarse, y el desempleo ha regresado a cifras anteriores a la crisis, oscilando entre el 3 y el 4%. Además, el país espera que su economía crezca este año un 3,3%.
¿Cómo lo han logrado? En buena medida, la culpable ha sido la estrategia de impulsar sus sectores clave, como son la pesca y la industria del aluminio, además de potenciar el turismo en la isla, que lleva tres años creciendo imparable: entre el 15 y el 20% cada año, impulsado por la devaluación de su moneda.
Con su bello paisaje de nieve, hielo y volcanes imponentes, Islandia atrae ya más de un millón de turistas, sobretodo de Europa y de Estados Unidos, aunque empieza a despuntar también el mercado asiático.
Sin embargo, hay un elemento clave para entender la rápida recuperación del país, de tan sólo 320.000 habitantes. Según el presidente islandés, Olafur Ragnar Grimsson, la rapidez con que han resuelto la crisis se debe a haber desoído las recomendaciones de la Unión Europea y el FMI, que les sugerían que aplicaran medidas de severa austeridad.
Grimsson ha assegurado, en una conferencia en Barcelona, que la Comisión Europea se equivocó en su caso, y se ha preguntado: “¿Entonces, por qué deberían tener razón en otros?”. El presidente islandés ha ido un paso más allá, y ha defendido desligar “los intereses económicos” y “la democracia”.
El presidente islandés ha rechazado mandar recomendaciones a Grecia, justo cuando el país heleno negocia con la UE la ampliación de su rescate económico, pero sí ha rechazado que la población deba sufrir las consecuencias de duros recortes presupuestarios.