Un suicidio o un asesinato a menudo se disfraza de muerte natural ante situaciones como envenenamientos, caídas, ahogamientos, muertes en el trabajo o en aquellas donde poco antes se había contratado un seguro de vida. Debido a la falta de pruebas en numerosas ocasiones se debe recurrir a los pensamientos que el fallecido tenía antes de morir pues como afirmaba Aristóteles:
“No hay nada en la mente que no haya estado antes en los sentidos”
Para esto se recurre a la autopsia psicológica. Nació en los años 60 cuando un médico estadounidense se propuso descubrir el origen real de la muerte de un grupo de personas que había fallecido por sobredosis.
Esta técnica criminalística ha ido adquiriendo relevancia con los años y hoy en día se utiliza en numerosas investigaciones de sucesos, como el accidente de la compañía aérea Germanwings donde perdieron la vida 150 personas al estrellarse un avión en los Alpes . Gracias a una autopsia psicológica a uno de los pilotos se pudo descubrir la causa real del accidente: un suicidio premeditado.
¿Cómo se realiza esta autopsia psicológica?
“Puede llevarse a cabo entre 6 meses y dos años después de la muerte. Deben conocerse todos los elementos tradicionales de la investigación criminalista buscando las denominadas huellas psicológicas que la persona ha tenido a lo largo de su vida. Para ello hay que entrevistar a un número de personas impar normalmente y después analizar la información para obtener las conclusiones” explica Luis Alberto Disanto.