El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (alias AMLO), apoyó el domingo un referéndum en el que el pueblo de su país, paralizado durante décadas por la corrupción, pueda decir si los últimos cinco presidentes del país deben ser procesados.
Casi el 98% de los mexicanos que emitieron su voto lo hicieron por el “Sí”. El problema fue que sólo se presentó el 7% de la población, muy por debajo del umbral de participación del 40% que exige un resultado vinculante.
¿Por qué es importante?
La baja participación confirma principalmente que AMLO prefiere combatir la corrupción con teatro, más que con medidas, y que su bolsa de trucos populistas se va agotando.
AMLO es un populista de izquierda que fue elegido en 2018 en parte por su promesa de erradicar la corrupción y devolver el poder al pueblo. Pero casi a mitad de su sexenio, la debacle del referéndum sobre la corrupción plantea una serie de interrogantes. Sobre la viabilidad del estilo político de AMLO y el futuro de su partido gobernante Morena una vez que termine su mandato en 2024.
Los opositores al referéndum dicen que tiene poco sentido. Nada impide que el gobierno mexicano investigue a los ex presidentes. El antecesor de AMLO, Enrique Peña Nieto, de 2012 a 18, fue uno de los más corruptos de la historia. No es de extrañar que México ocupe el puesto 124 de 179 países en el índice de Transparencia Internacional que clasifica a los países según la percepción de la corrupción.
“La corrupción en México es el núcleo de la salud”
Los críticos señalan que AMLO tampoco ha avanzado mucho en la lucha contra la corrupción. Su hermana y su cuñado también han sido acusados de aceptar sobornos. Además, AMLO ha exigido que Estados Unidos deje de financiar a las ONG mexicanas anticorrupción. Porque estos, dice, están en contra de él. “La corrupción en México es el núcleo de la salud”, dice María Amparo Casar, de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCIi). “Se habla mucho de la corrupción, pero no hay una política anticorrupción”. El propio AMLO no votó. Porque, en su estilo típicamente populista, le gusta decir “antes perdonar que castigar”.
Pero el referéndum tenía como objetivo principal fortalecer la imagen cuidadosamente construida de AMLO como “hombre del pueblo”. Esto significa que los mexicanos deciden directamente sobre los asuntos de importancia nacional en lugar de hacerlo a través de sus representantes elegidos. Los miembros de su circunscripción agradecen que se les consulte. Hace tiempo que se sienten ignorados por los políticos tradicionales.
El recetario se va agotando poco a poco
Pero el fracaso estrepitoso de este plebiscito demuestra principalmente que el recetario de AMLO se va agotando. Su partido, Morena, también perdió recientemente su mayoría de dos tercios en el parlamento en las elecciones parciales. Un resultado que pone en peligro los planes de AMLO para lo que él llama la “Cuarta Transformación de México”. A AMLO también le cuesta azotar a otros gatos. La tasa de homicidios en México se mantuvo prácticamente sin cambios en 2020 a pesar de Covid-19. El país registró 36.579 asesinatos, frente a los casi idénticos 36.661 del año anterior. Son unos 100… por día.
Sin embargo, el hombre -que comienza cada día con una larga rueda de prensa- sigue siendo inmensamente popular. Incluso durante la pandemia, el índice de satisfacción con su trabajo nunca bajó del 60%. A pesar de los niveles récord de Covid, la delincuencia, la crisis económica y la violencia relacionada con los cárteles de la droga, los mexicanos -especialmente los ancianos y la población rural- siguen apoyando a AMLO. Porque es un outsider político que lucha por ellos.
Esta popularidad viene de lejos, pero ahora está llegando a sus límites. Porque si el hombre no consigue entusiasmar a más del 7% de la población con un referéndum sobre la importante cuestión que atenaza al país desde hace décadas, cabe preguntarse qué le puede deparar el futuro. Muchos mexicanos siguen pensando que está de su lado. Pero están sufriendo la pandemia, el malestar económico relacionado con ella y la violencia incesante en el país.
A AMLO le quedan tres años para encontrar soluciones a esos problemas. Pero para desviar la atención de sus fallidas políticas, el Presidente necesitará algo más que el teatro político, que empieza a aburrir incluso a los mexicanos.