Todos los partidos políticos son verdes hoy en día. Eso deja un enorme hueco en el mercado de la “política antiverde”. El aumento de los precios de la gasolina (véase el tema 8) inspiró a los “Gilets Jaunes” en Francia. Alternativa para Alemania en Alemania y el Partido Finlandés en Finlandia ya han denunciado la “histeria verde”.
En Gran Bretaña, la política anti-verde está todavía en sus inicios, pero al igual que el Brexit, podría ser un catalizador para la profundización de la división entre la gente común y las “élites distantes”. Al fin y al cabo, el medio ambiente es impulsado por dos grandes bogeys de los populistas: “los expertos científicos y las instituciones multilaterales”.
La transición verde afectará más a los más pobres, no sólo porque son pobres, sino también porque suelen trabajar en la “economía sucia”, a diferencia de los burócratas y empresarios que proclaman el mensaje medioambiental con más fuerza.
Nigel Farage, impulsor del Brexit, es un firme defensor del “ecologismo sensato”, pero desconfía del establishment que “grava a los pobres para dar dinero a los ricos y a las grandes empresas, mientras China lo ignora todo”.
Los políticos tienen que escuchar. Necesitan ver el mundo a través de los ojos de personas que aceptan que el cambio climático es un problema, pero que también “luchan por llegar a fin de mes”.
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