Las pandemias suelen hacer más turbulenta la política. Cuando la peste negra acabó con un tercio de los europeos en el siglo XIV, los trabajadores supervivientes negociaron salarios más altos. Cuando la gripe española mató a millones de indios en 1918-1919, la miseria resultante ayudó a impulsar la campaña de Mahatma Gandhi para acabar con el dominio colonial británico.
Un estudio realizado en 133 países entre 2001 y 2018 reveló que el malestar político tiende a alcanzar su punto máximo dos años después del inicio de una epidemia. “Si ese es el caso, 2022 corre el riesgo de ser un año movido”, dijo.
El riesgo de disturbios es “mayor en los países de renta media”. Los países ricos están ampliamente vacunados; los “muy pobres tienen tantos problemas que el coronavirus es sólo uno de una larga y sombría lista”.
Los ciudadanos de a pie de los países de renta media, en cambio, esperan “servicios públicos decentes” y están enfadados porque la vacuna sigue estando fuera de su alcance. Saben que sus élites han recibido vacunas prioritarias y que algunos incluso han volado al extranjero para conseguirlas. Estas frustraciones podrían “desbordarse” en las elecciones del próximo año en Brasil, Kenia, Filipinas e India. Si los gobiernos de estos países quieren evitarlo, deben acelerar los programas de vacunación, y hacerlo inmediatamente.
“Se supone que las balas mágicas en política no existen, pero las vacunas contra el coronavirus se acercan muchísimo”.