La Universidad estadounidense de Stanford publicó un estudio sobre nuestra esperanza de vida. Según ese estudio, sería bastante normal que la gente viviera hasta 100 años. En consecuencia, la parte de nuestra vida dedicada al trabajo será considerablemente más larga. Aunque esto pueda parecer sombrío, hay razones para ser optimistas.
“Los demógrafos predicen que la mitad de los niños nacidos en el mundo desarrollado desde el año 2000 vivirán hasta los 100 años o más”, dice el informe. Basándose en esto, por supuesto, los investigadores de Stanford concluyen que pronto nos enfrentaremos a retos totalmente nuevos.
Según los investigadores, esos años extra de vida también permitirían mejorar las condiciones en las que los pasamos. Por ello, sugieren algunas ideas que podrían convertir estos peligrosos retos en una gran oportunidad para “mejorar la calidad de vida de todas las edades”.
Construir para el futuro
Suponiendo que los futuros centenarios sean todavía muy jóvenes, hay que invertir mucho en ellos. Dado que se trata de optimizar “todas las etapas de la vida”, deberíamos centrarnos en los niños pequeños desde el principio. “De modo que los beneficios pueden acumularse durante décadas, mientras que hay más tiempo para recuperarse de las desventajas y los contratiempos”, escriben los investigadores.
Consideran que el tiempo que transcurre entre el nacimiento y el inicio del jardín de infancia es un “momento crucial”. Ese momento es, por tanto, “óptimo para que los niños adquieran muchas de las habilidades cognitivas, emocionales y sociales necesarias para una vida sana, feliz y activa”.
Por lo tanto, en las últimas décadas, es importante que no se descuide la educación de los niños pequeños. Por eso los investigadores sugieren que “debemos pensar en nuevas oportunidades de aprendizaje más allá de los límites de la educación formal, para que personas de todas las edades puedan adquirir los conocimientos que necesitan en cada etapa de su vida, y tener acceso a ellos de una manera que se adapte a sus necesidades, intereses, capacidades, horarios y presupuestos”. En otras palabras, en lugar de concentrar toda la educación en los primeros 20 años de vida, debería repartirse a lo largo de toda la vida de una persona.
Nuevo modelo de trabajo
Una de las principales conclusiones de los investigadores es que la cantidad de tiempo que las personas dedican al trabajo aumentará drásticamente. Si una carrera en Occidente dura actualmente entre 40 y 45 años, para muchos de los niños de hoy durará 60 años.
A primera vista, no es algo que deba tomarse a la ligera. Sin embargo, los investigadores lo ven como una oportunidad para reformar fundamentalmente el sistema actual. Según ellos, la palabra clave debería ser “flexibilidad”. Creen que el modelo actual está muy desequilibrado: se trabaja mucho cuando se tiene mucha responsabilidad, y no se trabaja cuando se tiene mucha menos. “Estamos sobreutilizados en la mediana edad e infrautilizados después de los 65”, resume Laura Carstensen, directora del Centro de Longevidad de Stanford, en The Atlantic.
Por ello, suelen sugerir que se adapten los horarios de trabajo a la etapa de la vida de cada persona. Una persona que acaba de tener un hijo debería trabajar mucho menos durante varios años para poder criar bien a sus hijos y tener tiempo para sí misma. Cuando el niño es adulto, puede llegar el momento de trabajar más.
Gracias a los avances médicos y tecnológicos, será posible recuperar este “tiempo de trabajo perdido” en las últimas décadas de nuestra vida sin comprometer nuestra salud. Esto también estaría en consonancia con los deseos de los pensionistas actuales. Para ellos, puede ser difícil pasar de una vida dominada por el trabajo a un descanso absoluto de un día para otro. Los jóvenes trabajadores también podrían beneficiarse del apoyo de colegas muy experimentados al principio de su carrera.
Desventajas
Para resumir el ideal de Carsten, trabajaríamos muchos más años que hoy, pero el número total de horas seguiría siendo el mismo, o casi. Y, sobre todo, tendríamos más tiempo para disfrutar de la vida. Un modelo con el que muchos de nosotros sólo podemos soñar.
Sin embargo, algunos cuestionan la viabilidad de este sistema. En primer lugar, las empresas tendrían que estar abiertas a ello. Esto no es obvio, ya que todavía tendrían que pagar los costes fijos de los empleados, como la inversión en formación. Pero los beneficios de esas inversiones serían mucho menores si trabajaran menos horas.
Por otro lado, los propios trabajadores pueden tener otras reservas. Louis Hyman, historiador de la Universidad de Cornell, no está seguro de que los trabajadores trabajen menos aunque se les dé la oportunidad. La gente tiende a seguir acumulando todo el dinero posible. Utiliza el ejemplo de la época en que las mujeres empezaron a dejar de lado las tareas domésticas y a ponerse a trabajar: en lugar de que ambos trabajaran menos, las parejas preferían tener dos ingresos completos, para poder comprar más.
Por supuesto, esta codicia no se basa únicamente en un deseo patológico de consumir lo máximo posible. Es principalmente el resultado de una cierta vulnerabilidad financiera. Por ello, los investigadores de Stanford abogan por una mejora de la seguridad financiera, con un refuerzo de la seguridad social. Esto debería permitir, en última instancia, que los trabajadores de este siglo se atrevan a soltar lastre cuando sea necesario.