Dos años de Covid no sólo han traído cambios radicales en la sociedad. Porque aunque el empleo, la producción y la situación financiera de las empresas de la mayoría de los países de la OCDE han vuelto a los niveles anteriores a la pandemia, la economía sigue teniendo un aspecto muy diferente a partir de enero de 2020.
1. Los gobiernos están más endeudados que nunca
Los gobiernos no tuvieron más remedio que adoptar una política monetaria fiscal extremadamente laxa. La investigación muestra que sólo en 2020, los gobiernos pidieron prestado un importe que normalmente sólo pedirían en ocho años.
Esta montaña de deuda tiene consecuencias para el futuro: o nos apretamos el cinturón y dejamos la política monetaria acomodaticia. O simplemente continuamos con la política. Lo que significa que los tipos de interés seguirán siendo bajos durante mucho tiempo y la inflación amenaza con explotar.
2. Hay más dinero que nunca en el mundo
A pesar de la altísima inflación, los bancos centrales siguen inyectando dinero en la economía a diario. El siguiente gráfico muestra estas inyecciones de dinero por parte del FEC, el BCE, el BoJ y el BoE.
Estas inyecciones ininterrumpidas de liquidez han dado lugar a grandes reservas financieras en los bancos y a un aumento de las reservas de ahorro en los hogares, lo que ha dado lugar a tipos de interés cada vez más bajos. Como las libretas de ahorro siguen rindiendo muy poco, gran parte de ese dinero ha ido a parar a los mercados de renta variable (gráfico de la izquierda) y al sector inmobiliario (derecha). Dos activos cuyos precios se han inflado artificialmente en los últimos dos años.
3. La demanda de servicios ha sido sustituida por la de bienes
A medida que trabajamos más a menudo desde casa y la economía se vuelve cada vez más digital, la estructura de la demanda ha pasado de los servicios a los bienes. Para producir esos bienes se necesitan materias primas, lo que a su vez ha provocado un aumento de los precios de, entre otros, el cobre, el cobalto, el litio, el aluminio, pero también de los semiconductores y del transporte de mercancías a los clientes. El siguiente gráfico muestra el precio del envío de un contenedor de 40 pies desde Shanghái a Los Ángeles (rojo) y Rotterdam (azul).
El cambio en la estructura de la demanda de servicios y bienes conduce, por tanto, a una economía con mayor inflación.
4. El empleado, ya no el empresario, dicta las leyes
En varios países, un gran número de empleados ha decidido abandonar el mercado laboral. Si en un principio el fenómeno se limitaba al mundo anglosajón, ahora también está penetrando en el nuestro. Así lo ha demostrado una investigación de Acerta basada en los datos de 260.000 empleados.
Este cambio en el comportamiento de los trabajadores (a menudo llamado “la gran dimisión“) ha provocado un cambio en el poder de negociación de los trabajadores. Esto, a su vez, ha hecho subir los salarios y ha encarecido los bienes y servicios.
En otros países, los trabajadores ya no quieren realizar ciertos tipos de trabajos (trabajos pesados, horarios irregulares, etc.). Esto ha provocado grandes problemas de contratación de personal en casi todos los sectores.
5. Más atención a la innovación, la digitalización y la eficiencia
En algunos países, la crisis COVID ha llevado a una mayor financiación de la innovación (para la electrónica, los productos farmacéuticos, la transición a la energía verde), a una aceleración de la digitalización de la economía (trabajo desde casa, comercio electrónico, etc.) y a un aumento de la eficiencia de las empresas para recuperar su rentabilidad.
Por lo tanto, es posible que la crisis dé lugar a un aumento más rápido de la productividad y a un mayor potencial de crecimiento. Esto es gracias a los esfuerzos realizados en las áreas de innovación, digitalización y eficiencia.
El siguiente gráfico muestra las inversiones en Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTIC) como porcentaje del producto interior bruto.
6. Acelerar la transición energética
El aumento de los problemas climáticos y la crisis sanitaria han hecho que se preste más atención a la transición energética.
Es probable que este fenómeno sea el que más repercuta en la economía. Las necesidades de inversión (producción de energía renovable, inversión en la industria con bajas emisiones de carbono, renovación térmica de edificios y viviendas) aumentarán en torno al 4% del PIB.
Los precios de la energía subirán porque el coste de las energías renovables es elevado debido a su producción intermitente. Esto significa que hay que almacenar la electricidad cuando se puede producir, lo cual es caro.
Además, la transición conduce a la sustitución del viejo capital (coches de combustible, fabricación y combustibles fósiles) por el nuevo capital a utilizar (coches eléctricos, energías renovables). En consecuencia, las empresas tienen que aumentar sus exportaciones para incrementar los ingresos del capital. Esto, a su vez, conduce a una mayor inflación.