El comercio marítimo está alcanzando niveles sin precedentes, por lo que hay que plantearse seriamente el impacto que tiene sobre el medio ambiente. Los océanos no sólo se contaminan con el combustible, los vertidos y los desechos de los barcos, sino que los animales también pierden ante los gigantes. Y no menos las ballenas.
Cada vez más de los 1,3 millones de ballenas que quedan entran en contacto con los barcos cuando salen a la superficie a respirar o cuando se desplazan a las zonas de alimentación o cría. Esto provoca cada vez más colisiones entre la ballena y el barco, a menudo con un resultado mortal para una de las partes.
Desde que se prohibió la caza comercial de ballenas en 1986, la principal causa de muerte de las ballenas sigue siendo la basura: unas 300.000 ballenas se ahogan cada año al enredarse en las redes de pesca. El ahogamiento es el número uno porque es una medida medible, a diferencia de las colisiones con barcos. “Es mucho más difícil saber con exactitud cuántas ballenas sufren, ya que muchos cuerpos se hunden y nunca se recuperan”, afirma Sue Fisher, directora de políticas de la Sociedad para la Conservación de Ballenas y Delfines.
Cabo Norte
“Muchas ballenas llegan a la costa con heridas de impacto consistentes con colisiones de barcos”, dice Fischer. En el caso de algunas especies de ballenas, el impacto del transporte marítimo también puede acabar con la especie. El mejor ejemplo es la ballena franca del norte, que vive en la costa este de Estados Unidos y Canadá, muy transitada. El sitio web del Comité Ballenero Internacional afirma que las colisiones con los barcos pueden marcar la diferencia entre la supervivencia y la extinción de esta especie.
A largo plazo, el exceso de mortalidad, e incluso la posible extinción, de algunas especies de ballenas puede tener también un impacto especialmente perjudicial para el clima. En primer lugar, la cadena alimentaria del mar se pone patas arriba, ya que amenaza con eliminar el último eslabón de la cadena alimentaria del fitoplancton en algunas regiones. Por otro lado, las ballenas también contribuyen de forma importante a la absorción de CO2 del agua.
De hecho, este mismo fitoplancton es responsable de almacenar el 40% de todo el CO2 producido en el mundo. El fitoplancton, a su vez, es el principal alimento de las ballenas, que pueden almacenar el CO2 en su cuerpo. Las ballenas que mueren se hunden en el fondo del océano; el CO2 queda almacenado en el cadáver.