Aunque el producto se lanzó en Singapur en 2020, los productores de carne cultivada esperan conseguir los permisos necesarios para hacer lo mismo en Estados Unidos. El sector está atrayendo a inversores, entre ellos grandes nombres de la industria alimentaria, que ya están pensando en las hamburguesas más ecológicas y éticas del futuro.
Se ha hablado de ello durante años, despertando la curiosidad de algunos y el asco de otros, pero la carne cultivada en laboratorio es una realidad. Eso sí, no se trata de productos vegetarianos sustitutivos de la soja o las setas, sino de verdaderas proteínas animales cultivadas en tubos de ensayo y comestibles sin necesidad de matar una vaca o un pollo.
En todo el mundo, las empresas de nueva creación intentan convencer al público de las cualidades de sus productos y reducir los todavía elevados costes de producción. Y los protagonistas de esta incipiente industria confían en que este año se dé el paso hacia la comercialización.
Licencia que lo cambiaría todo
Singapur es actualmente el único país que permite la venta de carne de laboratorio: desde 2020, el pollo sintético está disponible en los estantes de la ciudad-estado asiática. En Estados Unidos, que es uno de los principales mercados y sede de muchas de las empresas que se dedican a “cultivar” la carne, este alimento aún no ha sido aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) ni por el Departamento de Agricultura. Según Josh Tetrick, fundador y director general de la empresa de carne sintética Eat Up, que opera tanto en Estados Unidos como en Singapur, estas aprobaciones podrían llegar este año.
“Corresponde a empresas como la nuestra hacer el trabajo real y crear las capacidades técnicas… y comunicar directamente a los consumidores lo que es y lo que no es y cómo puede beneficiar a sus vidas”, confiesa el entusiasta directivo a la CNBC.
“Es carne de verdad, y en lugar de necesitar miles de millones de animales, toda la tierra, toda el agua y todos los bosques tropicales que normalmente hay que talar para hacerlo, empezamos con una célula. Se puede obtener la célula de una biopsia animal, de un trozo de carne fresca o de un banco de células. No necesitamos al animal en sí. Luego determinamos los nutrientes necesarios para alimentar esa célula y los producimos en un biorreactor”.
Carne real, sin sangre y sucia
Es un método que funciona, pero sigue siendo muy caro de comercializar a gran escala. Por eso, las empresas que participan en esta carrera por tener el mejor filete cultivado en laboratorio intentan atraer a nuevos inversores. Conseguir la aprobación oficial para comercializar su “filete” en Estados Unidos sería un gran impulso.
Según el grupo de investigación sin ánimo de lucro The Good Food Institute, más de 100 empresas emergentes trabajan actualmente en la carne cultivada, pero también lo hacen empresas más grandes. Juntos, han recaudado unos 2.000 millones de dólares en inversiones en los últimos dos años, según datos de Crunchbase.
El desarrollo de la carne cultivada está atrayendo el interés de grandes grupos de restauración, como KFC, que la ven como una alternativa interesante y además se dan una imagen progresista y más ecológica. Siempre y cuando, claro está, la carne sea rentable y, por tanto, sus costes de producción se acerquen a los de la carne de vacuno “con patas”, y ese es el siguiente reto al que se enfrentan los pioneros de la hamburguesa de probeta.